Culiacán, Sin.- No había día en que Patricia dejara de telefonear a su madre, ese lazo de comunicación permanente perduraba a pesar de estar separadas por unos seis kilómetros, del poblado Juan Aldama, El Tigre, a Monte Largo, una de las últimas comunidades navolatenses en donde termina el camino y comienzan campos de cultivos, y más allá, las marismas de la costa.
En esas llamadas, Patricia nunca le contó a su madre de una situación de riesgo con su pareja. Para la familia, Paty era una hija y madre ejemplar que siempre permanecía en contacto, pero algo sucedió la madrugada del martes 27 de julio, que la joven terminó muerta a manos del hombre con el que hacía vida.
Su feminicidio causó impacto en esta pequeña comunidad de Navolato, a cualquiera que se le pregunte en el camino de la entrada principal, podía dar el santo y seña de la casa donde ocurrió el crimen.
“Es hasta el fondo, a la vuelta del kínder, ahí está la casa”, señalaba un joven.
De acuerdo con las autoridades, fue a la 1 de la tarde del martes en que familiares localizaron el cuerpo de Patricia en una de las recámaras
Tenía 33 años cumplidos y una hija de 11 años. Fue encontrada con heridas de arma punzocortante, pero su pareja no apareció por ningún lado. Sin duda, por los antecedentes, él se convirtió de inmediato en el presunto feminicida.
ENTRE EL DOLOR Y EL LLANTO
Esta mañana de miércoles, la tranquilidad y el calor de la comunidad d Montelargo se ahogan en los gritos de dolor de una madre que ve frente a sus ojos a su hija, en un ataúd rodeado de flores.
Es el pueblo donde Patricia creció al lado de sus padres y hermanos, y lugar donde su cuerpo es velado para despedirlo con el último adiós.
Abigaíl, una de sus sobrinas, señaló que Patricia siempre fue una tía, hija y hermana cariñosa, social y admirable, además de haber sido una madre que siempre luchó por sacar adelante a su hija.
Era una persona buena, como madre ella daba todo por su hija.
Abigail
Aseveró, que si bien, familiares conocían algunos problemas maritales de Patricia con su pareja, siempre fueron temas que se respetaron entre familia.
"Como cualquier pareja, eran cosas de ellos, a veces se peleaban o se dejaban, pero volvían", subrayó.
Durante el velorio, asistentes murmuraban con asombro sobre el feminicidio, y sobre qué hubiera pasado si el agresor de Patricia hubiera actuado también en contra de la menor de 11 años.
EXIGEN JUSTICIA
Lo que un día fue una casa llena de sueños y anhelos familiares, se convirtió en un altar ciudadano, donde conocidos, amigos y familiares, coloraron ofrendas en solidaridad con el eterno descanso de patricia.
Las ofrendas llegaron a casa de Patricia desde la tarde de martes, horas después de su hallazgo, cuando su cuerpo fue retirado por los peritos de la Fiscalía de Sinaloa.
Una ofrenda que es también una exigencia de justicia, elaborada con 113 veladoras, arreglos florales, globos morados y algunos listones y cartulinas donde se escribieron graves de apoyo como:
"Todos somos Patricia Ureta"
"No estamos todas, nos falta Paty"
"Rompe el silencio cuando seas testigo de violencia contra las mujeres."
“Dejemos de criar a machitos”.
Allí, debajo del sol que quema, quedaron unas velas encendidas y unos globos flotando en el aire, como un altar que le recordaba a todo aquel que pasaba por la calle, que ocurrió un crimen que conmocionó al pueblo, a una sociedad, en donde los feminicidios se mantienen a la alza.
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