Culiacán, Sin.- Las madres son un claro ejemplo de resiliencia en tiempos del Covid-19 al superar grandes dolores como la pérdida de un hijo, el contagio, la falta de empleo y la incertidumbre de que pasará mañana.
Violeta tiene 28 años y encarna la imagen de esa madre resilente que ha tenido la inefable capacidad que le ha permitido anteponerse ante grandes dolores que se le han presentado durante la pandemia, como haberse contagiado en dos ocasiones de Covid-19, haber perdido a su pequeño hijo, perder a su madre por Covid, ser abandonada por su esposo que se llevó a su hija de doce años.
Originaria de un poblado llamado Vado Hondo del municipio de Culiacán, pero que desde muy pequeña se mudaron a la colonia Lázaro Cárdenas, sólo llegó hasta la secundaria porque se embarazó de su hija Sol Lisbeth, su familia la casó a los 15 años, procrearon una niña, dos niños uno de ocho y el último de tres años.
Su matrimonio fue más o menos bien, su esposo tenía 19 años, trabajó en el mercado de abastos hasta el día que la abandonó y se fue a Estados Unidos con su hija que estudiaba en secundaria.
CONTRA LA ADVERSIDAD
La historia de Violeta, es muy trágica, pero se acentuó en mayo del 2020 cuando su hijo menor falleció de pulmonía.
“Eso me dijeron en el hospital. Mi dolor fue muy grande, porque casi no pude estar con él, por la pandemia, fue un peregrinar de andar de un lugar a otro buscando atención para mi bebé, no había servicio casi en ninguna parte”, lamenta.
Posteriormente su madre se contagia de Covid-19, nunca supo a ciencia cierta en dónde agarró el virus ya que trabajaba en una birriería por la mañana y en la tarde ayudaba a hacer tortillas de harina.
Nuevamente el peregrinar para darle atención a su madre. Se atendió en su casa, pero desafortunadamente a los pocos días falleció por falta de oxígeno.
En el mes de julio ella salió positiva.
EN PROCESO
“No he podido asimilar mi duelo, porque apenas estoy asimilando un dolor y me viene otro. No sé qué voy a hacer" dice llorando, luego se enjuga sus lágrimas, saca fuerzas para continuar con su narración.
Le agradece a su esposo que la haya apoyado durante su enfermedad, con cuidados, medicamentos, mucha agua y tés salió adelante.
“Pese a que a veces se me quitan las ganas de vivir, Dios me ha dado fortaleza y paciencia para seguir adelante, me levanté de mi enfermedad y volví a mi trabajo en una tienda departamental, no me pagaron esos días, porque no tuve incapacidad, no me corrieron, fue lo bueno”.
Fueron dos meses que el infortunio le dio una tregua, aunque ella, seguía luchando con las secuelas que le dejó el Covid-19.
“Me sentía muy cansada la presión se me alteró, me dijo el doctor de una farmacia que el Covid-19 me había provocado hipertensión, ya no rendía como antes en mi trabajo. Siempre me ofrecía a limpiar lugares que no me correspondía, hacía otras cosas, pero después del contagio, a veces, no podía sacar ni siquiera mi chamba me corrieron”, dice.
SEGUNDA VEZ
En noviembre volvió a contagiarse, su esposo, se mostraba molesto, le reclamaba que algo pasaba que traía la mala suerte.
“Después de que me curé del Covid, a principios de diciembre, mi esposo me llevó con una curandera para que me hiciera una limpia, la señora le empezó a meter cosas en la cabeza, que yo estaba embrujada, que nunca nos iba a ir bien, y él, decidió abandonarnos al niño y a mí, se llevó a la niña para “salvarla” no sé de qué”
Asegura que no está molesta con su marido porque por lo menos la niña tendrá un futuro mejor ya que en este momento no tiene ganas de nada, sus hermanos la ayudan, en lo que cabe, no le falta nada económicamente “me falta lo más grande, lo más sagrado: mi madre, mi hijo y la separación de mi Sol. ¡Así con esas ausencias…cómo sigo adelante!”.
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