Culiacán, Sin.- “Gracias a Dios estoy completo, mientras pueda, voy a trabajar y ser útil”, dice Víctor Hugo López Méndez. El hombre de 68 años de edad, vive en el refugio “El Buen Samaritano”, lugar al que llegó con complicaciones en un pulmón.
Hugo quedó desempleado por la contingencia sanitaria actual. Luego de 25 años vendiendo pan por las calles de Culiacán, su patrón lo obligó a renunciar y no le dio una liquidación económica.
“Duré 25 años trabajando ahí y ahora con este maldito virus, me quitaron el trabajo. Desde febrero no trabajo y ni un peso me dieron después. Yo iba y les pedía trabajo y no me querían dar porque estoy viejo. Como si los viejos no comiéramos”, expresa.
Su llegada a Culiacán fue de muy joven, a los 16 años. Llegó solo y después de haber recorrido ya, varios estados de la República Mexicana, esto por la necesidad de obtener ingreso económico y poder, al menos, comer.
“Yo tenía 16 años cuando llegué aquí a Culiacán, plebito de a tiro, y hasta la fecha aquí me quedé. Yo no pude tener hijos porque soy estéril, pero tuve novias y la última que tuve, estuvimos juntos por 16 años, hasta que falleció. Entonces quedé solo y anduve viendo a ver qué hacía”, relata.
De todo el tiempo que tiene viviendo en esta ciudad, Víctor Hugo se dedicó casi la mitad de este lapso, a recorrer los rededores del Hospital Pediátrico, la Iglesia de Fátima y la avenida Nicolás Bravo. En este sector vendía pan, eso lo ha hecho desde que se vendía a un peso, hasta ahora que cuesta 12, dice.
Regresar a Sonora ya no fue una opción pues su madre falleció y uno de sus 14 hermanos, se quedaron con la casa y dice que ya no se siente igual. Comentó que hace tres años una hermana lo visitó.
“Tenían 10 años sin saber de mí porque yo no los procuro. Yo soy el más pobre de todos mis hermanos. Algunos sí tuvieron la manera, uno es maestro, otro ingeniero, hay un doctor; yo eso sí, ni un peso les he pedido ni tampoco me han dado nada”
Víctor hace un llamado a los culichis para que lo ayuden a conseguir empleo. “Yo quiero costearme mis cosas, les pido que me den una oportunidad y me den trabajo”, externa.
Hugo, dice que hubo en tiempo en el que “medio comía”, trataba de conseguir dinero y duró un tiempo durmiendo en la clínica 1 del IMSS, hasta que lo corrieron de ahí.
“Entonces me fui para el malecón y me metí a una casita abandonada, con el riesgo de que me hicieran algo por invadir. Hasta que una mentada señora Lourdes, me dijo que me viniera para acá al Buen Samaritano, aquí estoy desde Julio”, dice.
Ahora en la casa hogar hace lo que puede: limpia, cocina, va a los mandados y mantiene la alegría viva en su rostro, pues señala que gracias a que toda su vida ha trabajado y no se ha dedicado a robar, no está en la cárcel.
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“Hago lo que puedo, me pongo a ayudar en la cocina, a limpiar, ayudo a los enfermos, les hago mandados; pues yo estoy completo gracias a Dios. Sí tengo una enfermedad, estoy malo de los pulmones, de hecho cuando llegué estaba casi muriendo, tenía una complicación en el pulmón izquierdo. Hay veces que no puedo ni caminar o moverme, de hecho uso un bordón. Ahorita gracias a Dios”, asegura.
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