/ martes 10 de noviembre de 2020

Intensamente | Conocí a Cuauhtémoc Cárdenas en el jardín de niños: Muñoz Ledo

En 2020, El Sol de México entrevistó a Porfirio Muñoz Ledo, el político narró a detalle su recorrido por la vida, y de paso, la historia de la democracia en México

La historia de la democracia en México tiene diferentes actores, pero hay uno que ha tenido presencia en la vida política de los últimos nueve sexenios del país, con historias que van desde conocer a Cuauhtémoc Cárdenas en el kínder, hasta la lucha por la Cuarta Transformación en Morena.

Porfirio Muñoz Ledo abrió las puertas de su casa a este diario. Rodeado de centenares de libros, fotos, pinturas, esculturas y muchas añoranzas, recuerda que se resistió a formar parte parte de la política mexicana, pero llegó a “tapado” para la sucesión presidencial en 1976.

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Su negativa original a formar parte de la arena política, cuenta, se debía a que su vocación era la docencia y diplomacia: en sus años mozos, fue profesor en la Universidad Femenina, en la Escuela Nacional Preparatoria, la Normal Superior y más tarde en El Colegio de México.

Porfirio Muñoz Ledo y Lazo de la Vega fue el primer senador de oposición por el Distrito Federal, y desgrana su quehacer lo mismo en la docencia, la administración pública, la diplomacia, el parlamentarismo, la dirigencia política y hasta su infancia.

En un viaje por el tiempo que abarca 83 de sus 87 años de existencia, las historias inician desde el Jardín de Niños, donde tuvo su primer encuentro con Cuauhtémoc Cárdenas, a quien muchos años después propuso como Gobernador para Michoacán y con quien fundó el PRD.

“(Cuauhtémoc Cárdenas y yo) Fuimos compañeros, en el Jardín de Niños modelo Brígida Alfaro, muy cerca de mi casa. Lo fundó el general (Lázaro) Cárdenas. Cuauhtémoc es un año menor que yo. Ahí lo conocí cuando su mamá lo llevaba. Nos conocíamos. Yo lo propuse como gobernador.


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Deezer

“Nací en el seno de una familia educadora. Mi madre y mi padre, eran maestros: mi madre de educación primaria y mi padre de educación física. De ahí que tuve al mismo tiempo una infancia de mucha lectura y una adolescencia de mucho deporte. A eso debo, creo, mi estado de salud. Y el gusto por la lectura”.

-Tuve un problema. Fui el cuarto de una familia y el último. Por la personalidad de mis hermanos y de mi hermana mayor, fui tartamudo por alguna razón, pero muy tartamudo. A la edad cuatro o cinco años, no podía pronunciar las letras explosivas. Mi madre empleó un método para curarme: la lectura, lectura y luego la lectura a tal punto que en la primaria me caractericé por la lectura de velocidad y obtuve un premio.

“Y de ahí, luego, fui complementando esa pedagogía, esa curación y empezamos a hacer pequeñas obras de teatro y luego, poesía y a la edad de 14 años, en la secundaria obtuve premios de oratoria. Dicen que los oradores nacen. ¡No, se hacen!. Obtuve un cuarto lugar y luego el tercero, casi por escalafón. Luego segundo y primer lugar en la Preparatoria. También declamaba. Me aficioné mucho a la poesía. Todavía hasta la fecha”.

La generación del medio siglo

Porfirio Muñoz Ledo ingresó a la Escuela de Derecho de la UNAM en 1951, donde compartí el aula con estudiantes que después se convertirían en referentes literarios, como Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes o Sergio Pitol. Fue a través de esa revista, donde Muñoz Ledo tuvo sus primeros acercamientos con la política, pero a nivel estudiantil.

“Primero fui líder estudiantil, promovimos una generación: Carlos Fuentes, yo, Carlos Monsiváis y Víctor Flores Olea. Esta foto con la calavera es mi despedida cuando me fui a Europa. Hicimos Hamlet”, refiere y muestra la fotografía en plena actuación.

“Carlos Fuentes era cinco años mayor que yo y Monsiváis, cinco años menor. Yo nací en 1933”, revela.

“Fuimos la generación de medio siglo en la Escuela de Derecho de la UNAM. El director de la Facultad que fue nuestro protector: el famoso doctor Mario de la Cueva”.

Con ellos, recuerda, fundaron la revista Medio Siglo, que fue pagada por la Máxima Casa de Estudios del país.

-La llamamos Medio Siglo. Participaban Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Salvador Elizondo, Víctor Flores Olea, Arturo González Cosío, Javier Wimer, Enrique González Pedrero, Genaro Vázquez Colmenares, Fernando Zertuche.

“Esa revista fue el núcleo. Yo nací en 1933. El más grande de la generación era Fuentes, cinco años mayor que yo y el joven Monsiváis, cinco años menor que yo. Fue el núcleo generacional. Le llamamos Medio Siglo, porque era la generación 1950.

“Formamos ese grupo y se dio a conocer por medio de una publicación, una revista de literatura, de cuestiones políticas de los jóvenes. Tuvimos cierta notoriedad. Obtuve ese año el concurso internacional de oratoria en 1953, a la mitad de mis estudios y luego por vez primera, algunos de nosotros, nos aventuramos en la política estudiantil. Pero con una idea nueva, idea cultura. Fue una renovación”.

“Antes eran, más bien, estudiantes que llamaban ‘grillos’ o ‘fósiles’, los que se quedaban muchos años en la Escuela. Nosotros éramos muy jóvenes. Me eligieron como presidente de la Sociedad de Alumnos de Derecho y luego formamos una Federación, una Coordinación, un Comité para la Reforma Universitaria. Porque fue la época en que la Universidad empezó a trasladarse al sur de la capital, a Ciudad Universitaria, gradualmente. Del Centro Histórico hasta el Pedregal.

“Me tocó ese cambio. El traslado a CU fue muy conflictivo. Cuando fui presidente de la Sociedad de Alumnos fue ese cambio. Hubo muchos problemas porque tenía las dos sedes. Los dos primeros años, el primero y segundo años de Derecho se cambiaron.

Nos quedamos tercero, cuarto y quinto, los más grandes en (la calle) República de Argentina: Las generaciones del 50, 51, 52 y 53 nos quedamos allá (en el Centro Histórico). Las generaciones 54 y 55 se fueron a CU con un problema mayor. No había nada. No existía la avenida Universidad, no había transporte. Es extraordinaria Ciudad Universitaria, pero se pasó un poco precipitadamente de sede”, refiere.

"Manzanas podridas"

Su trabajo por la reforma universitaria no fue bien visto por las autoridades estudiantiles, al punto de ser considerados “las manzanas podridas”.

“Algunos maestros y el director de la Escuela, pensaban que nosotros éramos ‘las manzanas podridas’ y que los nuevos iban a ser otra cosa; pero no, éramos los mismos. En el viejo barrio universitario teníamos un reglamento.

“Trabajábamos ya como auxiliares en los Tribunales. Mi padre me consiguió un empleo. Tenía 17 años, como auxiliar de prensa en unas oficinas en Moneda, de Bienes Nacionales. Escribía boletines y luego me iba a la Escuela de Derecho, que estaba a cuatro cuadras, en República de Argentina.

“Llegaba temprano. Hacía mi trabajo allí y luego al mediodía llevaba a los funcionarios los boletines, Me conocían mucho. Tuve esa doble vida. Casi todos trabajábamos, pero los que se fueron a CU no podían trabajar, porque no había nada, no había tranvía. Fue muy precipitado el cambio porque ya estaba construida y de una vez se decidió hacerlo a finales de la época, porque la inauguró el licenciado Miguel Alemán.

“Eso fue un conflicto, fue muy complicado y ahí tuve que mediar con los dos grupos. Establecimos directamente una relación con el Rector de la UNAM, extraordinario con nosotros, Nabor Carrillo que lo traté hasta su muerte y a toda la familia Carrillo Flores.

“Hubo una huelga de profesores, porque el Consejo Técnico suavizaba y ellos querían normas muy estrictas para los estudiantes que iban hasta allá. Nuestro lema era: ‘Si hay estudiantes de tiempo completo, debe haber maestros de tiempo completo’. Había profesores por horas. Ahí nació el que los maestros fueran de tiempo completo. Esa fue la negociación que hicimos con el Rector”.

En su escritorio, arropado por una chamarra azul marino con el escudo de la UNAM, dice orgulloso: “¡Tengo (chamarras) de varias universidades. Tengo una muy vistosa de Zacatecas, otra de Veracruz. Ese es el signo de mi vida: la Universidad!”.

Familia modesta

“Mi familia era modesta. Vivía de los premios que ganaba porque eran medallas de oro o cheques de 2 mil pesos. También gané un concurso de ensayo con otros compañeros de mi generación.

“Y eso nos pagaba la Facultad y de eso vivíamos; pero cuando aún no terminaba la carrera fui becado un trimestre por la Facultad y fui a La Habana. Fui en 1954 a un Congreso Internacional, con el régimen anterior.

-¿De Fulgencio Batista?

-Con Batista, pero había una Escuela, una gran Academia de Derecho Internacional, ahí estuve una temporada y dije, pues me voy a Europa de una vez.

“Y fui a estudiar Ciencia Política a París, lo que me interesaba. Logré una pequeñísima beca de la UNAM y ahí sobreviví. Empecé intensamente a trabajar en París.

“En quinto año de Facultad, di unos cursos de Introducción a la Cultura en la Universidad Femenina. Tuve grandes alumnas. Y en la Escuela Preparatoria Nacional, prepa 2, Primo de Verdad, di un curso de Sociología que apenas se enseñaba en la preparatoria.

“Y luego, un curso de Historia Moderna y Contemporánea y universal que me dio una gran formación y una preparación para ir a Europa, justamente desde el Renacimiento hasta la Revolución Francesa”.

Servicio público

Habla a El Sol de México, de su larga carrera en el servicio público: subdirector de Educación Superior e Investigación Científica (SEP), en 1961; Consejero Cultural en la Embajada de México en Francia, en 1964; Secretario General del IMSS, en 1966; Subsecretario de la Presidencia de la República, en 1971; secretario del Trabajo y Previsión Social, en 1972 y Secretario de Educación Pública, en 1976.

Hombre culto, inteligente, ameno charlista, con una memoria privilegiada, platica, da detalles, entrecierra los ojos y se ubica en Nueva York, al que conoció palmo a palmo en shorts y en tenis, “porque en agosto hacía un calor intenso” , confiesa Muñoz Ledo y, refiere:

“Fui representante de México ante las Naciones Unidas. Corría el año de 1979. Y en esa calidad fui presidente del Consejo de Seguridad. Y presidente del Grupo de los 77; coordinador de las Negociaciones Económicas y Globales y presidente de la Comisión Mundial de Fuentes de Energía”.

Habla de los cabildeos en la ONU y de cómo ese asiento no permanente en el Consejo de Seguridad en los umbrales de la década de los 80, era para Cuba y se decantó para México gracias a sus oficios diplomáticos al más alto nivel.

“Por una serie de circunstancias, la vida, la fortuna, inmediatamente en la ONU entré en escena. Estaba jugándose el asiento en el Consejo de Seguridad y era Cuba la que lo perseguía, porque Fidel Castro, acababa de asumir la dirección del Movimiento No Alineado”, rememora con un dejo de orgullo en su rostro.

Habla de su encuentro con el entonces embajador de México en Francia, don Jaime Torres Bodet; de su relación con don Silvio Zavala, a la sazón embajador de México ante la UNESCO. “Mi tutor”, recuerda con cariño.

De su vida en el Barrio Latino, de su formación “muy intensa” en la Universidad de París, de sus cursos por radio en La Sorbona. “Aprendí francés, estudié mucho, pero viví con hambre. Compraba libros o comía”, relata.

Vida política

Capítulo aparte es su incursión de lleno en la política nacional. “Me resistía a estar en la política. Quería terminar mi tesis de doctorado”, precisa.

Fue en casa de don José Iturriaga, escritor, intelectual, sociólogo, experto mexicanólogo en donde conoció al presidente Adolfo López Mateos, “quien me ofreció participar en la campaña”.

“¡Yo le dije que no! ¡Ni jilguero ni secretario particular! ¡Me resistía entrar al gobierno, porque era muy crítico! Mi vocación es intelectual, le dije.

Pero al final, dio su brazo a torcer y a los pocos años se hizo presidente del PRI.

A las puertas de la presidencia

En la tranquila atmósfera de su estudio, recuerda el ya lejano 1975, cuando coordinó la campaña del candidato José López Portillo a la Presidencia de la República, pero afirma que el era uno de los “tapados” del PRI en esa historia.

-¿Por qué no fue Presidente de la República? ¿Cómo llegó a presidente del PRI?

-Sí, fui uno de los “tapados”. Al final quedamos dos: José López Portillo y yo. Aunque para distraer a la opinión política se manejaron explícitamente siete nombres. Pero en realidad quedamos dos.

-¿Por qué?

-Porque fueron varios los signos: uno, relevante. Cuando el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez vino a México en marzo de 1975 había pasado la noche en una fiesta, en la casa del secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia. Él tocaba el piano. Hacía fiestas muy alegres.

Cuando se reunió con el presidente Echeverría, le dijo que venía desvelado de la fiesta. -¿Cómo le fue? Bien, Ah qué bueno.

-Y le contestó: “Bueno, fui porque no me quiere decir quién es su ‘tapado’”.

-¡Al rato lo sabrá!, le dijo el expresidente Luis Echeverría al entonces mandatario venezolano.

“Hubo una gira a un campo petrolero. Y en un avión chico íbamos: el presidente Echeverría, yo enfrente y Carlos Andrés Pérez y López Portillo enfrente”. El mandatario venezolano entendió que eran dos los tapados, refiere.

“Echeverría me llamó a Los Pinos. Me dijo que el ‘tapado’ era José López Portillo. Ya lo sabía yo. Me había dado cuenta hacía meses. Hubo muestras muy claras, muy explícitas para mí. Lo conocía muy bien. Le adiviné cuando menos seis meses antes lo que iba a hacer. Estaba perfectamente claro.

Altas esferas

“Un día me llamó el presidente Echeverría y me dijo: Licenciado, yo no me voy a meter en nada. Usted es el presidente del partido (PRI), usted toma las decisiones de acuerdo con el candidato y las candidaturas. Y cumplió.

Me dijo: Tengo un solo compromiso: con el general Hermenegildo Cuenca Díaz, (quien fue secretario de la Defensa), para la gubernatura de Baja California. Pero luego se murió a mitad de la campaña y entró un amigo de López Portillo: Roberto de la Madrid Romandía.

¿Cómo era el presidente Echeverría?

-Un día me manda llamar y me dice muy respetuosamente: “Señor presidente del partido, a qué partido pertenezco yo?”

-Al PRI.

-¿Y qué partido me llevó al poder?

-El PRI.

-¿Entonces, por qué me ataca el PRI?

-Le dije: “Señor presidente, necesitamos abrir el partido. Usted abrió y cambió muchas cosas en el país. Estamos en una nueva época. El PRI no se puede ver como su satélite.

-Bueno, sí, ¿pero porque habla mal de mi gobierno?

-Fue un examen crítico lo que pasó, le dije. Es otra manera de hacer política. Lo que pasa es que sus secretarios de Estado se quieren meter a las reuniones y yo no acepto, porque defienden el asunto. Fue una lección tremenda.

Muñoz Ledo, recuerda esto como “una de las fases más alentadoras de la actividad pública fue reunir a las mejores mentes, a la gente con los mejores conocimientos que había acumulado del país, las mejores gentes de la nación. Y en los estados. Salió muy bien”.

Cuando termina la campaña, queda muy contento López Portillo.

-Me llama: “Licenciado, ¿Qué quiere ser en mi gobierno?. Le dije: lo que usted decida, pero mejor embajador.

-¿Cómo?

-Mire aquí está la opinión pública. Se dice que usted puede ser secretario de Gobernación, de Relaciones Exteriores, Educación o el Seguro Social, me dijo.

-Le respondí: “Esa es la opinión de los comentaristas. De esas, me iría al Seguro Social porque lo conozco muy bien. Es una institución que quiero mucho”.

-No, no, respondió.

-Luego usted me puede promover, le dije. No me deje en primer plano, presidente.

-No, no.

-Bueno, Relaciones sí se la acepto.

-No, Educación o Gobernación.

-No quiero pelear con usted. Una embajada. Quiero estar en segundo plano, si no me van a hacer pedazos. Fue lo que le pasó a Alfonso Martínez Domínguez. Fue jefe de la campaña y era presidente del PRI, se le nombra como Jefe de Gobierno de la Ciudad (entonces Distrito Federal), venía del gobierno anterior de Díaz Ordaz.

“Y a mí me van a ver como una cuota del echeverrismo. Y usted sabe que no es cierto, que trabajo con lealtad y la combino con una lealtad a usted y eso sí quiero: no soy una cuota del gobierno anterior. Al año me van a tronar sí me manda usted”.

-No. He pensado que usted va a ser secretario de Educación, es lo que usted quiere.

-¡Es la tarea de mi vida!, pero tiene que dar usted una carta muy amplia.

“Estábamos en su casa en el Pedregal. Ahí, en un pizarrón, le plantee las cuatro columnas de mi proyecto de educación. Es la tarea de mi vida. Ahí me voy a morir”.

-Le doy mi palabra de hombre, de mexicano, de Presidente de que en todo lo voy atender, me dijo.

“Así, empezamos a hacer cambios, reconformé la SEP en el pizarrón porque tenía que esperar el presupuesto del siguiente año. Se necesitaba más difusión y me jalé al Canal 11 para que transmitiera. Le metimos color y una antena grande para difundir.

“Y luego, se atoró un poco el tema sindical, porque el secretario general del SNTE, Carlos Jongitud Barrios había sido un elemento muy importante en la campaña. Era secretario de Acción Social, tenía sus oficinas muy cercanas a la mía, en el PRI.

“Carlos Jongitud, como PRI era utilísimo. En un minuto se organizaba cualquier evento en cualquier lugar del país. Estaba feliz con ellos el presidente. Y yo estuve feliz también con Jongitud, como partido es una maravilla; pero, como Secretario de Educación, un fracaso el sindicato, porque todos esos eventos son permisos para los profesores. Se pierden miles de horas de clases. Son dos perspectivas. Por eso tiene tanto poder el magisterio, porque su uso político es indispensable y es el único que tiene elementos en todo el país.

“Hay tres más que son iguales: la Iglesia católica, la Coca Cola y la Cervecería Modelo”, comenta con sarcasmo.

“Ahí empezaron los tirones. Tuvimos varias discusiones. La última fue sumamente dura. Y el Presidente me dijo: ¿Que tuviste un altercado con Jongitud?

-Más que altercado, le dije, está faltando a todo lo que usted y yo habíamos hablado. Quedamos que no se iba a nombrar a un subsecretario del Sindicato si no era María Lavalle Urbina, que es maestra y una mujer íntegra, Mariquita.

“Ya no tienen ellos (el magisterio) el mismo manejo que antes. El cambio es gradual.

“Total, el presidente López Portillo no me apoyó. Me di cuenta de cómo venían las cosas y le dije: Presidente, vengo a presentarle mi renuncia.

-¿Por qué?

-Porque debido al éxito de las reuniones educativas, empecé a pisar callos. Echeverría se dio cuenta y en la última dijo: “Están criticando a Muñoz Ledo, pero es el que dispara más lejos”. Me defendió –recuerda-, pero la resaca…

“Se me vinieron encima. Había sido secretario del Trabajo, presidente del PRI, Jefe de la campaña y secretario de Educación. Muy rápidamente había acumulado poder y era muy joven. Además, había sido el otro precandidato a la Presidencia de la República. ¡El sistema político no aguanta eso!

Refiere que el Ejecutivo federal, le aceptó una salida muy simple:

-¿Cuál era el cargo?

-Consejero Especial de la Presidencia de la República. Me dijo: “Le doy un título de aguilita. Era como un nombramiento de secretario de Estado. Le di la vuelta al mundo. Fui a muchas ciudades africanas; a Latinoamérica viaje mucho. Pasé un tiempo en Brasil, otro más breve en Argentina.

“Di cursos en Europa, estuve en España, Oxford, Inglaterra donde dí un curso sobre el Sistema Político mexicano; en fin. Pasé breves temporadas en México, en momentos que tenía un proceso de separación familiar que me condujo a un divorcio y me dio mucho aire.

“Fui a Noruega a investigar su sistema petrolero. Me interesaba. Tenemos opiniones distintas. Estuve en Dubai, en un congreso. Tuve relaciones con la OPEP en Viena. Estuve en Venezuela.

“Me dediqué a fortalecer mis vínculos con la Socialdemocracia. Echeverría la había alentado. Vino a México Olof Palme, Willy Brandt, Manuel Soares, de Portugal; Kramsky, de Austria; Jorgensen, de Dinamarca, los españoles Felipe González. Hicimos incluso un encuentro Justicia en la Libertad, que organicé e invite a todos los líderes importantes, al de España también. Raúl Morodo a Tierno Galván, un gran amigo mio”.

Trotamundos

Pasan dos años: en 1979, hay cambios de gabinete. A la Secretaría de Relaciones Exteriores llegó Jorge Castañeda Alvarez de la Rosa.

“Me lo encontré en Washington. Estaba en unas conferencias en el Smithsonian. Andaba en los 44 o 45 años.

Y Castañeda me dijo: ¿No quisieras ser embajador?

-Le dije: “Si, ahora voy a ir a México”.

-Voy a hablar con el presidente, me respondió.

“Castañeda era amigo, compañero de El Colegio de México. Ya en la capital, me dice el presidente: El Canciller, me comentó que usted acepta ser embajador”

-Y ahí me mandé y le dije: Sí, en Naciones Unidas.

“Jorge se asustó porque era un patrimonio de los diplomáticos de carrera y ya tenía pensado a alguien, pero le gané la mano”.

La entrevista transcurre mientras Muñoz Ledo, toma su jugo de naranja con un hielo. Mañana tibia por el viento frío que sopla entre la arboleda que circunda su casa, no obstante un sol radiante.

Hasta los mínimos detalles, recuerda este político por su paso que fue brillante por las Naciones Unidas.

“Se empezó a rumorar que podría ser Secretario General de la ONU, al año de mi llegada. Me dijo un embajador ruso: Están encantados contigo porque no eres diplomático. Tienen mucha confianza en ti. Te ven como un político de una pieza, buen político. Te tienen mucha confianza, estás de moda. Se viene la sucesión de Kurt Waldheim”.

“Subí como la espuma. Entonces, por desgracia, no fui porque México no quiso”, dice casi en un susurro.

Comenta que años después, por un libro del excanciller Jorge Castañeda Gutman, se enteró que “su padre quería ser secretario general de la ONU, que consultó a los americanos, pero que nunca le contestaron”.

El camino a la transformación

El último capítulo en la lucha por la transformación de la vida política del país en el que participó Porfirio Muñoz Ledo fue la campaña por la presidencia del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

“Yo sigo luchando dentro del partido (Morena). Ganó el dinero sobre los principios. Lo que es amenazante para el futuro”, dice en relación a su aspiración de dirigir el Movimiento de Regeneración Nacional.

Pero esa lucha, recuerda, inició en 1986, cuando ya tenía trabada una amistad y alianza política con Cuahtémoc Cárdenas.

“Ifigenia Martínez, estaba totalmente convencida del neoliberalismo de Miguel de la Madrid, quien en 1986 en Washington, aceptó el Plan Baker, que era muy lesivo para México, de endeudamiento constante. Y había asumido el Consenso de Washington”, señala.

Incluso, añade, Antonio Ortiz Mena, entonces presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, dijo que le había hecho preguntas al presidente De la Madrid, porque había entregado muchas cosas. Y siendo amigo de la escuela, se fue haciendo cada vez más a la derecha.

“Esto nos lo comentó en una cena en casa del embajador en la ONU, Hugo B. Margáin, en la que nos reuníamos con Rafael de la Colina, entonces embajador de México ante la OEA y yo”, dice Muñoz Ledo.

“Ahí inició todo. Así empezamos. En 1997 terminamos con el partido hegemónico. Le quitamos al PRI la hegemonía sobre un órgano de Estado: la Cámara de Diputados. ¡Esa fue una hazaña!”

-¿Por qué fue el rompimiento con el PRI?

-El complot, la trama comienza cuando estaba en la última fase en la ONU. Porque veía a muchos embajadores que estaban hartos, amigos míos de izquierda que estaban muy molestos del neoliberalismo. Los mandaron fuera, sacaron a subsecretarios y metieron a neoliberales.

“Estaban Ifigenia Martínez, Adolfo Aguilar Zínser, Eugenio Anguiano. Me los llevaba a un jardincito atrás de la Biblioteca de la ONU.

“Y se me vino que México necesita un proceso de cambio. También estaba harto. Hice una conferencia y dije que era necesario un pluripartidismo. Esa es mi convicción. Empecé a hablar por la democracia en México.

“En eso, hay Consejo Nacional del PRI y estaba en un aparte Cuauhtémoc Cárdenas como gobernador de Michoacán y yo como expresidente del PRI. No nos habíamos visto adentro.

“Salí por una puerta. Cuauhtémoc por la otra y dijimos. ¡Estamos en contra del dedazo! Yo quería que los cardenistas tuvieran posiciones. Porque ya habían sacado a todos los subsecretarios progresistas, los mandaron fuera. Con ellos fue la conspiración.

Te habló de Jorge Eduardo Navarrete, Mauricio María y Campos, del propio Eugenio Anguiano, que ya lo habían nombrado embajador, la propia Ifigenia Martínez.

“¡Hay que acabar con el dedazo! Nos fuimos a comer por el sur Cuauhtémoc y yo. Platicamos dos horas y de ahí para el real. Esto fue en 1986. Fundamos la Corriente Democrática con personajes de la izquierda.

-¿Cómo se fraguó el fraude del 88?

-Presentamos la candidatura de Cárdenas. Fuimos a una asamblea con la posibilidad de que se cumplieran los Estatutos y que hubiera elección, que nunca la hubo, era “dedazo”. Discutimos con el partido. Fui a hablar con Lugo Verduzco. No entendía nada. Que no podía haber corrientes en el partido.

“Entonces, le dije: Aquí dice que el PRI es un partido anti-imperialista dice en los Estatutos. ‘No, yo no los firme’, respondió. Entonces eres de otra ala, mano, le dije.

“Finalmente, le dije: te mandó Miguel de la Madrid con nuevas ideas, no con las mismas. Habla con él.

“Nos mandó a hablar con el presidente De la Madrid. Así lo hicimos y nos recibió por separado a Cuauhtémoc y a mí. Yo le quité dos horas. Le dije que México no era democrático. Él dijo que era una falsedad.

-¿Y después?

-Nos expulsaron finalmente del PRI en una asamblea. Nos dijeron que éramos caballos de Troya. Cuauhtémoc hizo una carta a Jorge de la Vega, poniéndolo como camote.

“Y yo declaré que el presidente Miguel de la Madrid estaba violando la Constitución. Fue una nota de ocho columnas mi acusación directa. Fui el primero que dije: ‘El Presidente miente’. Y luego lo interpelé. Le mandé una carta en donde le dije: Está mal en esto, esto y esto, viola usted la Constitución en los puntos tales, tales y tales.

“Ahí fue la ruptura e hicimos el Frente Democrático Nacional. Postulamos la candidatura de Cuauhtémoc con un éxito social fantástico. Nos llevamos a las bases sociales del PRI. Abel Quezada sacó una caricatura: Unas gigantes letras del PRI y estamos Cuauhtémoc y yo llevándonos la ‘R’.

“Empezamos esa campaña. Tuvimos un éxito total. Ganamos la elección. Hicieron un fraude, ni siquiera electoral porque no tenían ni idea de que íbamos a ganar, fue un fraude post-electoral.

-¿Cuándo fue su acercamiento con López Obrador?

-A López Obrador lo conocí desde 1989, cuando él se juntó a nosotros cuando fundamos la Corriente Democrática y cuando el Frente Democrático Nacional se formó. Él vino para competir por el Frente de Tabasco, donde sí hubo un gran fraude. Luego hizo las movilizaciones. Era nuestro gran líder regional.

-¿Y Vicente Fox?

-Yo había competido contra Fox por la gubernatura en Guanajuato. Antes habíamos tirado cuatro gobernadores: primero el de Guanajuato, Fox y yo. Luego al de Michoacán, Aguilera y luego a Martínez Villicaña; tiramos al de San Luis Potosí y luego se cayó el de Tabasco. Andrés Manuel era el líder en Nacajuca, Macuspana y Cárdenas.

-¿Por qué el PAN?

-Porque Fox y yo nos parapetamos. Él se acostó con otras personas en la pista del aeropuerto. Y yo me metí por el Museo a la Alhóndiga de Granaditas. Hagan lo que hagan aquí nos vamos a quedar. Cedió el gobierno.

-¿Por qué con Fox?

-Porque le echaba pantalones. Tan sencillo como eso. No quiero echarme para atrás. Le eché confianza a su decisión, independiente de su ideología. Nadie nos criticó.

“Fuimos aliados del PAN para la democracia. Fue claro. estamos de acuerdo. Todo por la democracia. Así se hizo la oposición. Se vino la elección. Más vale que haya alternancia en el poder.

“Hable con Cuauhtémoc Cárdenas, hubo una reunión con Fox. Y no quiso la familia por cuestiones ideológicas. Por esa posición, ganamos la primera alternancia en el poder en el país en el 2000. Nunca había pasado el poder de un bando al otro por la vía pacífica. En este país.

“Que fue Fox, sí, fue el que tenía más. Sí Cuauhtémoc Cárdenas hubiera jalado, posiblemente él hubiera sido. Lo hicimos sin él y ganamos. Ya el PAN me coreaba en el Ángel, ¡Porfirio,Gobernación, Porfirio, Gobernación!

“Pero no, Jorgito Castañeda, como canciller me dijo si participaba en el gobierno. No acepté ninguna secretaría de Estado. Me fui a la Unión Europea a aprender. Fui embajador ante Bélgica . Aprendí Integración Regional. Y luego regresé al país en 2007.

Morena

Después de su fase como panista consolidó junto con Andrés Manuel López Obrador a Morena, con quien llegó hasta el último proceso electoral.

-Lo acompañé. Estuve sumamente pegado a él. Estuve en Cámara de Diputados por tercera vez y presidente de la Mesa Directiva en la LXIV Legislatura. Tomó posesión Andrés Manuel. Le impuse la banda presidencial.

“Y empezaron otros problemas secundarios como deformar la tradición democrática y actuar por ‘dedazo’. A lo que me opuse.

“Decía Mario Delgado: ¡El presidente lo ordena!”

-Le dije. No. Lo tenemos que discutir.

“Llevó a Olga Sánchez Cordero a que nos diera línea. ¡No, no estoy de acuerdo con que se dé línea! No rompí con el partido.

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“Me decían que yo era la oposición en el partido. Me caracterizo por ser un parlamentario riguroso. Como lo hacía en la ONU.

-¿Por qué su diatriba ¡Chinguen a su madre! qué manera de legislar?

-Fue en plena discusión, en el proceso de renovación de la Mesa Directiva. Pude ser el presidente por los tres años, porque los partidos mayoritarios en todo el mundo, dominan en toda la Legislatura.

La historia de la democracia en México tiene diferentes actores, pero hay uno que ha tenido presencia en la vida política de los últimos nueve sexenios del país, con historias que van desde conocer a Cuauhtémoc Cárdenas en el kínder, hasta la lucha por la Cuarta Transformación en Morena.

Porfirio Muñoz Ledo abrió las puertas de su casa a este diario. Rodeado de centenares de libros, fotos, pinturas, esculturas y muchas añoranzas, recuerda que se resistió a formar parte parte de la política mexicana, pero llegó a “tapado” para la sucesión presidencial en 1976.

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Su negativa original a formar parte de la arena política, cuenta, se debía a que su vocación era la docencia y diplomacia: en sus años mozos, fue profesor en la Universidad Femenina, en la Escuela Nacional Preparatoria, la Normal Superior y más tarde en El Colegio de México.

Porfirio Muñoz Ledo y Lazo de la Vega fue el primer senador de oposición por el Distrito Federal, y desgrana su quehacer lo mismo en la docencia, la administración pública, la diplomacia, el parlamentarismo, la dirigencia política y hasta su infancia.

En un viaje por el tiempo que abarca 83 de sus 87 años de existencia, las historias inician desde el Jardín de Niños, donde tuvo su primer encuentro con Cuauhtémoc Cárdenas, a quien muchos años después propuso como Gobernador para Michoacán y con quien fundó el PRD.

“(Cuauhtémoc Cárdenas y yo) Fuimos compañeros, en el Jardín de Niños modelo Brígida Alfaro, muy cerca de mi casa. Lo fundó el general (Lázaro) Cárdenas. Cuauhtémoc es un año menor que yo. Ahí lo conocí cuando su mamá lo llevaba. Nos conocíamos. Yo lo propuse como gobernador.


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Deezer

“Nací en el seno de una familia educadora. Mi madre y mi padre, eran maestros: mi madre de educación primaria y mi padre de educación física. De ahí que tuve al mismo tiempo una infancia de mucha lectura y una adolescencia de mucho deporte. A eso debo, creo, mi estado de salud. Y el gusto por la lectura”.

-Tuve un problema. Fui el cuarto de una familia y el último. Por la personalidad de mis hermanos y de mi hermana mayor, fui tartamudo por alguna razón, pero muy tartamudo. A la edad cuatro o cinco años, no podía pronunciar las letras explosivas. Mi madre empleó un método para curarme: la lectura, lectura y luego la lectura a tal punto que en la primaria me caractericé por la lectura de velocidad y obtuve un premio.

“Y de ahí, luego, fui complementando esa pedagogía, esa curación y empezamos a hacer pequeñas obras de teatro y luego, poesía y a la edad de 14 años, en la secundaria obtuve premios de oratoria. Dicen que los oradores nacen. ¡No, se hacen!. Obtuve un cuarto lugar y luego el tercero, casi por escalafón. Luego segundo y primer lugar en la Preparatoria. También declamaba. Me aficioné mucho a la poesía. Todavía hasta la fecha”.

La generación del medio siglo

Porfirio Muñoz Ledo ingresó a la Escuela de Derecho de la UNAM en 1951, donde compartí el aula con estudiantes que después se convertirían en referentes literarios, como Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes o Sergio Pitol. Fue a través de esa revista, donde Muñoz Ledo tuvo sus primeros acercamientos con la política, pero a nivel estudiantil.

“Primero fui líder estudiantil, promovimos una generación: Carlos Fuentes, yo, Carlos Monsiváis y Víctor Flores Olea. Esta foto con la calavera es mi despedida cuando me fui a Europa. Hicimos Hamlet”, refiere y muestra la fotografía en plena actuación.

“Carlos Fuentes era cinco años mayor que yo y Monsiváis, cinco años menor. Yo nací en 1933”, revela.

“Fuimos la generación de medio siglo en la Escuela de Derecho de la UNAM. El director de la Facultad que fue nuestro protector: el famoso doctor Mario de la Cueva”.

Con ellos, recuerda, fundaron la revista Medio Siglo, que fue pagada por la Máxima Casa de Estudios del país.

-La llamamos Medio Siglo. Participaban Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Salvador Elizondo, Víctor Flores Olea, Arturo González Cosío, Javier Wimer, Enrique González Pedrero, Genaro Vázquez Colmenares, Fernando Zertuche.

“Esa revista fue el núcleo. Yo nací en 1933. El más grande de la generación era Fuentes, cinco años mayor que yo y el joven Monsiváis, cinco años menor que yo. Fue el núcleo generacional. Le llamamos Medio Siglo, porque era la generación 1950.

“Formamos ese grupo y se dio a conocer por medio de una publicación, una revista de literatura, de cuestiones políticas de los jóvenes. Tuvimos cierta notoriedad. Obtuve ese año el concurso internacional de oratoria en 1953, a la mitad de mis estudios y luego por vez primera, algunos de nosotros, nos aventuramos en la política estudiantil. Pero con una idea nueva, idea cultura. Fue una renovación”.

“Antes eran, más bien, estudiantes que llamaban ‘grillos’ o ‘fósiles’, los que se quedaban muchos años en la Escuela. Nosotros éramos muy jóvenes. Me eligieron como presidente de la Sociedad de Alumnos de Derecho y luego formamos una Federación, una Coordinación, un Comité para la Reforma Universitaria. Porque fue la época en que la Universidad empezó a trasladarse al sur de la capital, a Ciudad Universitaria, gradualmente. Del Centro Histórico hasta el Pedregal.

“Me tocó ese cambio. El traslado a CU fue muy conflictivo. Cuando fui presidente de la Sociedad de Alumnos fue ese cambio. Hubo muchos problemas porque tenía las dos sedes. Los dos primeros años, el primero y segundo años de Derecho se cambiaron.

Nos quedamos tercero, cuarto y quinto, los más grandes en (la calle) República de Argentina: Las generaciones del 50, 51, 52 y 53 nos quedamos allá (en el Centro Histórico). Las generaciones 54 y 55 se fueron a CU con un problema mayor. No había nada. No existía la avenida Universidad, no había transporte. Es extraordinaria Ciudad Universitaria, pero se pasó un poco precipitadamente de sede”, refiere.

"Manzanas podridas"

Su trabajo por la reforma universitaria no fue bien visto por las autoridades estudiantiles, al punto de ser considerados “las manzanas podridas”.

“Algunos maestros y el director de la Escuela, pensaban que nosotros éramos ‘las manzanas podridas’ y que los nuevos iban a ser otra cosa; pero no, éramos los mismos. En el viejo barrio universitario teníamos un reglamento.

“Trabajábamos ya como auxiliares en los Tribunales. Mi padre me consiguió un empleo. Tenía 17 años, como auxiliar de prensa en unas oficinas en Moneda, de Bienes Nacionales. Escribía boletines y luego me iba a la Escuela de Derecho, que estaba a cuatro cuadras, en República de Argentina.

“Llegaba temprano. Hacía mi trabajo allí y luego al mediodía llevaba a los funcionarios los boletines, Me conocían mucho. Tuve esa doble vida. Casi todos trabajábamos, pero los que se fueron a CU no podían trabajar, porque no había nada, no había tranvía. Fue muy precipitado el cambio porque ya estaba construida y de una vez se decidió hacerlo a finales de la época, porque la inauguró el licenciado Miguel Alemán.

“Eso fue un conflicto, fue muy complicado y ahí tuve que mediar con los dos grupos. Establecimos directamente una relación con el Rector de la UNAM, extraordinario con nosotros, Nabor Carrillo que lo traté hasta su muerte y a toda la familia Carrillo Flores.

“Hubo una huelga de profesores, porque el Consejo Técnico suavizaba y ellos querían normas muy estrictas para los estudiantes que iban hasta allá. Nuestro lema era: ‘Si hay estudiantes de tiempo completo, debe haber maestros de tiempo completo’. Había profesores por horas. Ahí nació el que los maestros fueran de tiempo completo. Esa fue la negociación que hicimos con el Rector”.

En su escritorio, arropado por una chamarra azul marino con el escudo de la UNAM, dice orgulloso: “¡Tengo (chamarras) de varias universidades. Tengo una muy vistosa de Zacatecas, otra de Veracruz. Ese es el signo de mi vida: la Universidad!”.

Familia modesta

“Mi familia era modesta. Vivía de los premios que ganaba porque eran medallas de oro o cheques de 2 mil pesos. También gané un concurso de ensayo con otros compañeros de mi generación.

“Y eso nos pagaba la Facultad y de eso vivíamos; pero cuando aún no terminaba la carrera fui becado un trimestre por la Facultad y fui a La Habana. Fui en 1954 a un Congreso Internacional, con el régimen anterior.

-¿De Fulgencio Batista?

-Con Batista, pero había una Escuela, una gran Academia de Derecho Internacional, ahí estuve una temporada y dije, pues me voy a Europa de una vez.

“Y fui a estudiar Ciencia Política a París, lo que me interesaba. Logré una pequeñísima beca de la UNAM y ahí sobreviví. Empecé intensamente a trabajar en París.

“En quinto año de Facultad, di unos cursos de Introducción a la Cultura en la Universidad Femenina. Tuve grandes alumnas. Y en la Escuela Preparatoria Nacional, prepa 2, Primo de Verdad, di un curso de Sociología que apenas se enseñaba en la preparatoria.

“Y luego, un curso de Historia Moderna y Contemporánea y universal que me dio una gran formación y una preparación para ir a Europa, justamente desde el Renacimiento hasta la Revolución Francesa”.

Servicio público

Habla a El Sol de México, de su larga carrera en el servicio público: subdirector de Educación Superior e Investigación Científica (SEP), en 1961; Consejero Cultural en la Embajada de México en Francia, en 1964; Secretario General del IMSS, en 1966; Subsecretario de la Presidencia de la República, en 1971; secretario del Trabajo y Previsión Social, en 1972 y Secretario de Educación Pública, en 1976.

Hombre culto, inteligente, ameno charlista, con una memoria privilegiada, platica, da detalles, entrecierra los ojos y se ubica en Nueva York, al que conoció palmo a palmo en shorts y en tenis, “porque en agosto hacía un calor intenso” , confiesa Muñoz Ledo y, refiere:

“Fui representante de México ante las Naciones Unidas. Corría el año de 1979. Y en esa calidad fui presidente del Consejo de Seguridad. Y presidente del Grupo de los 77; coordinador de las Negociaciones Económicas y Globales y presidente de la Comisión Mundial de Fuentes de Energía”.

Habla de los cabildeos en la ONU y de cómo ese asiento no permanente en el Consejo de Seguridad en los umbrales de la década de los 80, era para Cuba y se decantó para México gracias a sus oficios diplomáticos al más alto nivel.

“Por una serie de circunstancias, la vida, la fortuna, inmediatamente en la ONU entré en escena. Estaba jugándose el asiento en el Consejo de Seguridad y era Cuba la que lo perseguía, porque Fidel Castro, acababa de asumir la dirección del Movimiento No Alineado”, rememora con un dejo de orgullo en su rostro.

Habla de su encuentro con el entonces embajador de México en Francia, don Jaime Torres Bodet; de su relación con don Silvio Zavala, a la sazón embajador de México ante la UNESCO. “Mi tutor”, recuerda con cariño.

De su vida en el Barrio Latino, de su formación “muy intensa” en la Universidad de París, de sus cursos por radio en La Sorbona. “Aprendí francés, estudié mucho, pero viví con hambre. Compraba libros o comía”, relata.

Vida política

Capítulo aparte es su incursión de lleno en la política nacional. “Me resistía a estar en la política. Quería terminar mi tesis de doctorado”, precisa.

Fue en casa de don José Iturriaga, escritor, intelectual, sociólogo, experto mexicanólogo en donde conoció al presidente Adolfo López Mateos, “quien me ofreció participar en la campaña”.

“¡Yo le dije que no! ¡Ni jilguero ni secretario particular! ¡Me resistía entrar al gobierno, porque era muy crítico! Mi vocación es intelectual, le dije.

Pero al final, dio su brazo a torcer y a los pocos años se hizo presidente del PRI.

A las puertas de la presidencia

En la tranquila atmósfera de su estudio, recuerda el ya lejano 1975, cuando coordinó la campaña del candidato José López Portillo a la Presidencia de la República, pero afirma que el era uno de los “tapados” del PRI en esa historia.

-¿Por qué no fue Presidente de la República? ¿Cómo llegó a presidente del PRI?

-Sí, fui uno de los “tapados”. Al final quedamos dos: José López Portillo y yo. Aunque para distraer a la opinión política se manejaron explícitamente siete nombres. Pero en realidad quedamos dos.

-¿Por qué?

-Porque fueron varios los signos: uno, relevante. Cuando el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez vino a México en marzo de 1975 había pasado la noche en una fiesta, en la casa del secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia. Él tocaba el piano. Hacía fiestas muy alegres.

Cuando se reunió con el presidente Echeverría, le dijo que venía desvelado de la fiesta. -¿Cómo le fue? Bien, Ah qué bueno.

-Y le contestó: “Bueno, fui porque no me quiere decir quién es su ‘tapado’”.

-¡Al rato lo sabrá!, le dijo el expresidente Luis Echeverría al entonces mandatario venezolano.

“Hubo una gira a un campo petrolero. Y en un avión chico íbamos: el presidente Echeverría, yo enfrente y Carlos Andrés Pérez y López Portillo enfrente”. El mandatario venezolano entendió que eran dos los tapados, refiere.

“Echeverría me llamó a Los Pinos. Me dijo que el ‘tapado’ era José López Portillo. Ya lo sabía yo. Me había dado cuenta hacía meses. Hubo muestras muy claras, muy explícitas para mí. Lo conocía muy bien. Le adiviné cuando menos seis meses antes lo que iba a hacer. Estaba perfectamente claro.

Altas esferas

“Un día me llamó el presidente Echeverría y me dijo: Licenciado, yo no me voy a meter en nada. Usted es el presidente del partido (PRI), usted toma las decisiones de acuerdo con el candidato y las candidaturas. Y cumplió.

Me dijo: Tengo un solo compromiso: con el general Hermenegildo Cuenca Díaz, (quien fue secretario de la Defensa), para la gubernatura de Baja California. Pero luego se murió a mitad de la campaña y entró un amigo de López Portillo: Roberto de la Madrid Romandía.

¿Cómo era el presidente Echeverría?

-Un día me manda llamar y me dice muy respetuosamente: “Señor presidente del partido, a qué partido pertenezco yo?”

-Al PRI.

-¿Y qué partido me llevó al poder?

-El PRI.

-¿Entonces, por qué me ataca el PRI?

-Le dije: “Señor presidente, necesitamos abrir el partido. Usted abrió y cambió muchas cosas en el país. Estamos en una nueva época. El PRI no se puede ver como su satélite.

-Bueno, sí, ¿pero porque habla mal de mi gobierno?

-Fue un examen crítico lo que pasó, le dije. Es otra manera de hacer política. Lo que pasa es que sus secretarios de Estado se quieren meter a las reuniones y yo no acepto, porque defienden el asunto. Fue una lección tremenda.

Muñoz Ledo, recuerda esto como “una de las fases más alentadoras de la actividad pública fue reunir a las mejores mentes, a la gente con los mejores conocimientos que había acumulado del país, las mejores gentes de la nación. Y en los estados. Salió muy bien”.

Cuando termina la campaña, queda muy contento López Portillo.

-Me llama: “Licenciado, ¿Qué quiere ser en mi gobierno?. Le dije: lo que usted decida, pero mejor embajador.

-¿Cómo?

-Mire aquí está la opinión pública. Se dice que usted puede ser secretario de Gobernación, de Relaciones Exteriores, Educación o el Seguro Social, me dijo.

-Le respondí: “Esa es la opinión de los comentaristas. De esas, me iría al Seguro Social porque lo conozco muy bien. Es una institución que quiero mucho”.

-No, no, respondió.

-Luego usted me puede promover, le dije. No me deje en primer plano, presidente.

-No, no.

-Bueno, Relaciones sí se la acepto.

-No, Educación o Gobernación.

-No quiero pelear con usted. Una embajada. Quiero estar en segundo plano, si no me van a hacer pedazos. Fue lo que le pasó a Alfonso Martínez Domínguez. Fue jefe de la campaña y era presidente del PRI, se le nombra como Jefe de Gobierno de la Ciudad (entonces Distrito Federal), venía del gobierno anterior de Díaz Ordaz.

“Y a mí me van a ver como una cuota del echeverrismo. Y usted sabe que no es cierto, que trabajo con lealtad y la combino con una lealtad a usted y eso sí quiero: no soy una cuota del gobierno anterior. Al año me van a tronar sí me manda usted”.

-No. He pensado que usted va a ser secretario de Educación, es lo que usted quiere.

-¡Es la tarea de mi vida!, pero tiene que dar usted una carta muy amplia.

“Estábamos en su casa en el Pedregal. Ahí, en un pizarrón, le plantee las cuatro columnas de mi proyecto de educación. Es la tarea de mi vida. Ahí me voy a morir”.

-Le doy mi palabra de hombre, de mexicano, de Presidente de que en todo lo voy atender, me dijo.

“Así, empezamos a hacer cambios, reconformé la SEP en el pizarrón porque tenía que esperar el presupuesto del siguiente año. Se necesitaba más difusión y me jalé al Canal 11 para que transmitiera. Le metimos color y una antena grande para difundir.

“Y luego, se atoró un poco el tema sindical, porque el secretario general del SNTE, Carlos Jongitud Barrios había sido un elemento muy importante en la campaña. Era secretario de Acción Social, tenía sus oficinas muy cercanas a la mía, en el PRI.

“Carlos Jongitud, como PRI era utilísimo. En un minuto se organizaba cualquier evento en cualquier lugar del país. Estaba feliz con ellos el presidente. Y yo estuve feliz también con Jongitud, como partido es una maravilla; pero, como Secretario de Educación, un fracaso el sindicato, porque todos esos eventos son permisos para los profesores. Se pierden miles de horas de clases. Son dos perspectivas. Por eso tiene tanto poder el magisterio, porque su uso político es indispensable y es el único que tiene elementos en todo el país.

“Hay tres más que son iguales: la Iglesia católica, la Coca Cola y la Cervecería Modelo”, comenta con sarcasmo.

“Ahí empezaron los tirones. Tuvimos varias discusiones. La última fue sumamente dura. Y el Presidente me dijo: ¿Que tuviste un altercado con Jongitud?

-Más que altercado, le dije, está faltando a todo lo que usted y yo habíamos hablado. Quedamos que no se iba a nombrar a un subsecretario del Sindicato si no era María Lavalle Urbina, que es maestra y una mujer íntegra, Mariquita.

“Ya no tienen ellos (el magisterio) el mismo manejo que antes. El cambio es gradual.

“Total, el presidente López Portillo no me apoyó. Me di cuenta de cómo venían las cosas y le dije: Presidente, vengo a presentarle mi renuncia.

-¿Por qué?

-Porque debido al éxito de las reuniones educativas, empecé a pisar callos. Echeverría se dio cuenta y en la última dijo: “Están criticando a Muñoz Ledo, pero es el que dispara más lejos”. Me defendió –recuerda-, pero la resaca…

“Se me vinieron encima. Había sido secretario del Trabajo, presidente del PRI, Jefe de la campaña y secretario de Educación. Muy rápidamente había acumulado poder y era muy joven. Además, había sido el otro precandidato a la Presidencia de la República. ¡El sistema político no aguanta eso!

Refiere que el Ejecutivo federal, le aceptó una salida muy simple:

-¿Cuál era el cargo?

-Consejero Especial de la Presidencia de la República. Me dijo: “Le doy un título de aguilita. Era como un nombramiento de secretario de Estado. Le di la vuelta al mundo. Fui a muchas ciudades africanas; a Latinoamérica viaje mucho. Pasé un tiempo en Brasil, otro más breve en Argentina.

“Di cursos en Europa, estuve en España, Oxford, Inglaterra donde dí un curso sobre el Sistema Político mexicano; en fin. Pasé breves temporadas en México, en momentos que tenía un proceso de separación familiar que me condujo a un divorcio y me dio mucho aire.

“Fui a Noruega a investigar su sistema petrolero. Me interesaba. Tenemos opiniones distintas. Estuve en Dubai, en un congreso. Tuve relaciones con la OPEP en Viena. Estuve en Venezuela.

“Me dediqué a fortalecer mis vínculos con la Socialdemocracia. Echeverría la había alentado. Vino a México Olof Palme, Willy Brandt, Manuel Soares, de Portugal; Kramsky, de Austria; Jorgensen, de Dinamarca, los españoles Felipe González. Hicimos incluso un encuentro Justicia en la Libertad, que organicé e invite a todos los líderes importantes, al de España también. Raúl Morodo a Tierno Galván, un gran amigo mio”.

Trotamundos

Pasan dos años: en 1979, hay cambios de gabinete. A la Secretaría de Relaciones Exteriores llegó Jorge Castañeda Alvarez de la Rosa.

“Me lo encontré en Washington. Estaba en unas conferencias en el Smithsonian. Andaba en los 44 o 45 años.

Y Castañeda me dijo: ¿No quisieras ser embajador?

-Le dije: “Si, ahora voy a ir a México”.

-Voy a hablar con el presidente, me respondió.

“Castañeda era amigo, compañero de El Colegio de México. Ya en la capital, me dice el presidente: El Canciller, me comentó que usted acepta ser embajador”

-Y ahí me mandé y le dije: Sí, en Naciones Unidas.

“Jorge se asustó porque era un patrimonio de los diplomáticos de carrera y ya tenía pensado a alguien, pero le gané la mano”.

La entrevista transcurre mientras Muñoz Ledo, toma su jugo de naranja con un hielo. Mañana tibia por el viento frío que sopla entre la arboleda que circunda su casa, no obstante un sol radiante.

Hasta los mínimos detalles, recuerda este político por su paso que fue brillante por las Naciones Unidas.

“Se empezó a rumorar que podría ser Secretario General de la ONU, al año de mi llegada. Me dijo un embajador ruso: Están encantados contigo porque no eres diplomático. Tienen mucha confianza en ti. Te ven como un político de una pieza, buen político. Te tienen mucha confianza, estás de moda. Se viene la sucesión de Kurt Waldheim”.

“Subí como la espuma. Entonces, por desgracia, no fui porque México no quiso”, dice casi en un susurro.

Comenta que años después, por un libro del excanciller Jorge Castañeda Gutman, se enteró que “su padre quería ser secretario general de la ONU, que consultó a los americanos, pero que nunca le contestaron”.

El camino a la transformación

El último capítulo en la lucha por la transformación de la vida política del país en el que participó Porfirio Muñoz Ledo fue la campaña por la presidencia del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

“Yo sigo luchando dentro del partido (Morena). Ganó el dinero sobre los principios. Lo que es amenazante para el futuro”, dice en relación a su aspiración de dirigir el Movimiento de Regeneración Nacional.

Pero esa lucha, recuerda, inició en 1986, cuando ya tenía trabada una amistad y alianza política con Cuahtémoc Cárdenas.

“Ifigenia Martínez, estaba totalmente convencida del neoliberalismo de Miguel de la Madrid, quien en 1986 en Washington, aceptó el Plan Baker, que era muy lesivo para México, de endeudamiento constante. Y había asumido el Consenso de Washington”, señala.

Incluso, añade, Antonio Ortiz Mena, entonces presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, dijo que le había hecho preguntas al presidente De la Madrid, porque había entregado muchas cosas. Y siendo amigo de la escuela, se fue haciendo cada vez más a la derecha.

“Esto nos lo comentó en una cena en casa del embajador en la ONU, Hugo B. Margáin, en la que nos reuníamos con Rafael de la Colina, entonces embajador de México ante la OEA y yo”, dice Muñoz Ledo.

“Ahí inició todo. Así empezamos. En 1997 terminamos con el partido hegemónico. Le quitamos al PRI la hegemonía sobre un órgano de Estado: la Cámara de Diputados. ¡Esa fue una hazaña!”

-¿Por qué fue el rompimiento con el PRI?

-El complot, la trama comienza cuando estaba en la última fase en la ONU. Porque veía a muchos embajadores que estaban hartos, amigos míos de izquierda que estaban muy molestos del neoliberalismo. Los mandaron fuera, sacaron a subsecretarios y metieron a neoliberales.

“Estaban Ifigenia Martínez, Adolfo Aguilar Zínser, Eugenio Anguiano. Me los llevaba a un jardincito atrás de la Biblioteca de la ONU.

“Y se me vino que México necesita un proceso de cambio. También estaba harto. Hice una conferencia y dije que era necesario un pluripartidismo. Esa es mi convicción. Empecé a hablar por la democracia en México.

“En eso, hay Consejo Nacional del PRI y estaba en un aparte Cuauhtémoc Cárdenas como gobernador de Michoacán y yo como expresidente del PRI. No nos habíamos visto adentro.

“Salí por una puerta. Cuauhtémoc por la otra y dijimos. ¡Estamos en contra del dedazo! Yo quería que los cardenistas tuvieran posiciones. Porque ya habían sacado a todos los subsecretarios progresistas, los mandaron fuera. Con ellos fue la conspiración.

Te habló de Jorge Eduardo Navarrete, Mauricio María y Campos, del propio Eugenio Anguiano, que ya lo habían nombrado embajador, la propia Ifigenia Martínez.

“¡Hay que acabar con el dedazo! Nos fuimos a comer por el sur Cuauhtémoc y yo. Platicamos dos horas y de ahí para el real. Esto fue en 1986. Fundamos la Corriente Democrática con personajes de la izquierda.

-¿Cómo se fraguó el fraude del 88?

-Presentamos la candidatura de Cárdenas. Fuimos a una asamblea con la posibilidad de que se cumplieran los Estatutos y que hubiera elección, que nunca la hubo, era “dedazo”. Discutimos con el partido. Fui a hablar con Lugo Verduzco. No entendía nada. Que no podía haber corrientes en el partido.

“Entonces, le dije: Aquí dice que el PRI es un partido anti-imperialista dice en los Estatutos. ‘No, yo no los firme’, respondió. Entonces eres de otra ala, mano, le dije.

“Finalmente, le dije: te mandó Miguel de la Madrid con nuevas ideas, no con las mismas. Habla con él.

“Nos mandó a hablar con el presidente De la Madrid. Así lo hicimos y nos recibió por separado a Cuauhtémoc y a mí. Yo le quité dos horas. Le dije que México no era democrático. Él dijo que era una falsedad.

-¿Y después?

-Nos expulsaron finalmente del PRI en una asamblea. Nos dijeron que éramos caballos de Troya. Cuauhtémoc hizo una carta a Jorge de la Vega, poniéndolo como camote.

“Y yo declaré que el presidente Miguel de la Madrid estaba violando la Constitución. Fue una nota de ocho columnas mi acusación directa. Fui el primero que dije: ‘El Presidente miente’. Y luego lo interpelé. Le mandé una carta en donde le dije: Está mal en esto, esto y esto, viola usted la Constitución en los puntos tales, tales y tales.

“Ahí fue la ruptura e hicimos el Frente Democrático Nacional. Postulamos la candidatura de Cuauhtémoc con un éxito social fantástico. Nos llevamos a las bases sociales del PRI. Abel Quezada sacó una caricatura: Unas gigantes letras del PRI y estamos Cuauhtémoc y yo llevándonos la ‘R’.

“Empezamos esa campaña. Tuvimos un éxito total. Ganamos la elección. Hicieron un fraude, ni siquiera electoral porque no tenían ni idea de que íbamos a ganar, fue un fraude post-electoral.

-¿Cuándo fue su acercamiento con López Obrador?

-A López Obrador lo conocí desde 1989, cuando él se juntó a nosotros cuando fundamos la Corriente Democrática y cuando el Frente Democrático Nacional se formó. Él vino para competir por el Frente de Tabasco, donde sí hubo un gran fraude. Luego hizo las movilizaciones. Era nuestro gran líder regional.

-¿Y Vicente Fox?

-Yo había competido contra Fox por la gubernatura en Guanajuato. Antes habíamos tirado cuatro gobernadores: primero el de Guanajuato, Fox y yo. Luego al de Michoacán, Aguilera y luego a Martínez Villicaña; tiramos al de San Luis Potosí y luego se cayó el de Tabasco. Andrés Manuel era el líder en Nacajuca, Macuspana y Cárdenas.

-¿Por qué el PAN?

-Porque Fox y yo nos parapetamos. Él se acostó con otras personas en la pista del aeropuerto. Y yo me metí por el Museo a la Alhóndiga de Granaditas. Hagan lo que hagan aquí nos vamos a quedar. Cedió el gobierno.

-¿Por qué con Fox?

-Porque le echaba pantalones. Tan sencillo como eso. No quiero echarme para atrás. Le eché confianza a su decisión, independiente de su ideología. Nadie nos criticó.

“Fuimos aliados del PAN para la democracia. Fue claro. estamos de acuerdo. Todo por la democracia. Así se hizo la oposición. Se vino la elección. Más vale que haya alternancia en el poder.

“Hable con Cuauhtémoc Cárdenas, hubo una reunión con Fox. Y no quiso la familia por cuestiones ideológicas. Por esa posición, ganamos la primera alternancia en el poder en el país en el 2000. Nunca había pasado el poder de un bando al otro por la vía pacífica. En este país.

“Que fue Fox, sí, fue el que tenía más. Sí Cuauhtémoc Cárdenas hubiera jalado, posiblemente él hubiera sido. Lo hicimos sin él y ganamos. Ya el PAN me coreaba en el Ángel, ¡Porfirio,Gobernación, Porfirio, Gobernación!

“Pero no, Jorgito Castañeda, como canciller me dijo si participaba en el gobierno. No acepté ninguna secretaría de Estado. Me fui a la Unión Europea a aprender. Fui embajador ante Bélgica . Aprendí Integración Regional. Y luego regresé al país en 2007.

Morena

Después de su fase como panista consolidó junto con Andrés Manuel López Obrador a Morena, con quien llegó hasta el último proceso electoral.

-Lo acompañé. Estuve sumamente pegado a él. Estuve en Cámara de Diputados por tercera vez y presidente de la Mesa Directiva en la LXIV Legislatura. Tomó posesión Andrés Manuel. Le impuse la banda presidencial.

“Y empezaron otros problemas secundarios como deformar la tradición democrática y actuar por ‘dedazo’. A lo que me opuse.

“Decía Mario Delgado: ¡El presidente lo ordena!”

-Le dije. No. Lo tenemos que discutir.

“Llevó a Olga Sánchez Cordero a que nos diera línea. ¡No, no estoy de acuerdo con que se dé línea! No rompí con el partido.

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“Me decían que yo era la oposición en el partido. Me caracterizo por ser un parlamentario riguroso. Como lo hacía en la ONU.

-¿Por qué su diatriba ¡Chinguen a su madre! qué manera de legislar?

-Fue en plena discusión, en el proceso de renovación de la Mesa Directiva. Pude ser el presidente por los tres años, porque los partidos mayoritarios en todo el mundo, dominan en toda la Legislatura.

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