Culiacán, Sin.- Un féretro tenue color de nube que se pasea por el cielo azul, como aquel nombre que adoptó y le gustaba que la llamaran familiares y los niños y niñas de las otras galeras de la agrícola La Capilla. Este jueves, en medio de un campo enlutado, fue despedida la niña Alma Delia de 6 años.
Para el funeral, se instaló una carpa de funeraria afuera de los dormitorios 104 y 105 del módulo 7, en donde la menor vivía con su madre, sus hermanos y su padrastro.
Alrededor del féretro colocaron dos coronas ofrecidas por el Ayuntamiento de Navolato y otra por el sistema DIF municipal, a los pies de la caja, se formó una cruz con veladoras y en la parte alta se le colocó un globo de color blanco, el cual, representa la inocencia de una niña que apenas comenzaba a emprender su vuelo.
Al velorio llegaron las amiguitas de Azul y algunos jornaleros vecinos del módulo, quienes velaron el cuerpo por unas horas, antes de emprender una larga jornada de viaje.
En punto de las 3:30 de la tarde de este jueves, llegó una carroza de la funeraria Mexicana, que será el transporte hacia Xochistlahuaca, en la Costa Chica de Guerrero, donde será enterrado el cuerpo de la niña al lado de sus ancestros.
Junto con ella, se regresó Lucy, la mamá de Azul, y dos hermanitos más que vivían junto con ellas en el campo agrícola.
Una vida llena de violencia
Al igual que su madre, Azul y sus hermanos vivieron por muchos años violencia familiar, víctimas de su padre, quien siempre que se emborrachaba, ya fuera allá en Xochistlahuaca o acá en los campos agrícolas de Navolato, arremetía con golpes contra ellas.
Por muchos años, contaron en el funeral, Lucy soportó los golpes de su marido y expuso a sus seis hijos a la violencia, sin embargo, fue hasta este año en que se decidió ponerle un alto a los golpes de su esposo, y viajó hasta Navolato para emplearse en la agricultura en la temporada que inició en agosto pasado. Era su segundo año en Sinaloa.
Aterrizó en estas tierras en busca de un mejor futuro para ella y sus hijos, pero nadie les dijo que el paraíso no cabía en una estrecha barraca sin ninguna estrella, construidas con láminas galvanizadas y pisos de tierra, en donde sin embargo, la niña era feliz.
Lucy se trajo a Azul y a dos hijos más, dejando a otros tres en Guerrero, a quienes cada semana les giraba dinero a través del servicio de envío, remos necesarios para subsistir en una comunidad devorada por la pobreza.
Viajaron los cuatro juntos a Sinaloa, huyendo de la cara de la desgracia y la precariedad, sin imaginar que finalizarán el año sin Azul, sin ella, Alma Delia, la niña de las sirenitas, víctima de la negra mano de la violencia feminicida.
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